Unidad y ritmo
La masonería, como se ha dicho,
es una escuela de ejercitación en el trabajo grupal. El trabajo que se realiza
en ella implica la sumisión de toda actitud personalista en bien de la Orden.
Una vez que el masón entra en el Templo, debe pensar que, como los órganos en
nuestro cuerpo físico, es un simple obrero y que todos los demás que se
encuentran allí dentro son sus iguales, ocupados en la única tarea de construir
el Templo. Para él deben desaparecer allí las simpatías y antipatías, los
gustos y disgustos personales.
No debe permitir que los propósitos egoístas y
el espíritu separativo afecte su trabajo. Debe aprender a trabajar con unidad
de pensamiento, de sentimiento, de ideales y de objetivo, atento a que éste
consiste en revelar la cualidad divina en forma grupal.
Debe poner los
intereses en común por encima de los intereses individuales, sabiendo que la
guía de lo que debe hacer no está en lo que puede hacer.
El trabajo en grupo y el
espíritu de equipo son dos de las fuerzas motivadoras más poderosas
que el hombre puede generar. El individuo puede superarse a sí mismo cuando
funciona como miembro de un equipo. Como tal genera fuerzas que de otra manera
no podría.
En un equipo fusionado cada integrante
se halla sostenido en forma directa, por todos los otros miembros del conjunto.
Y esto no quiere decir que todos estén de acuerdo en todo. Lo único en que
están unánimemente de acuerdo es en el objetivo común. Si existe tal objetivo,
es fácil ponerse de acuerdo en todo.
El Ritual Masónico es un
magnífico instrumento de coordinación. Establece un ritmo y una uniformidad en
la Tenida que, como el de una pieza musical, tiende a llevar a los
participantes a un pensamiento rítmico, orientado al fin específico de
estimular la vida grupal. A través de la actividad rítmica se procura eliminar
el desorden y lograr la mayor eficacia y la más perfecta armonía en todo lo que
se lleva a cabo.
Todo el universo está sujeto a
leyes inexorables e inmutables de aplicación estrictamente igual en sus
consecuencias. Porque todos los seres humanos estamos igualmente sujetos, sin
excepción, a las mismas leyes en la vida, no hay diferencia entre lo
inmensamente grande y poderoso y lo infinitamente pequeño e insignificante.
Para expresar esta realidad, aunque en forma
imperfecta, la masonería enseña que el masón se encuentra con los demás
hermanos sobre el nivel de igualdad, siendo ésta una de sus principales
lecciones. En la logia desaparecen los títulos y la posición social del mundo
profano.
En ella todos son obreros y el Venerable Maestro es “el más
igual entre sus iguales”. Lo único que tiene valor es el monto del progreso en
el trabajo grupal hacia la luz, vale decir, el grado de conciencia grupal.
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